En la terraza, apoyado en la barandilla, mirando al infinito, sintiéndolo cerca,
me viene a la cabeza un ser racista, crítico, dañino e intransigente.
Los extranjeros no son como los españoles Abel, nunca se cansaba de repetirme,
para luego tener lubricando los motores de su empresa a uno de ellos,
de nosotros, de todos, sangrándole hasta la última gota de sudor
Más tarde veo un policía, a su gorra, que no a su cerebro,
sin el don de la razón,
amparado por los jueces, elegidos… a dedo.
El de nuestros políticos, poniendo en evidencia la democracia,
con uno de sus principios básicos, la separación de poderes.
En este momento se desprende de mi rostro una ligera sonrisa,
recordando que hace unos meses, jugaban con nosotros,
se reían y hasta hablaban con los ciudadanos,
pidiendo votos, sus cheques en blanco
pero sobre todo, perdiendo la vergüenza, repito ¿Democracia?
Estos flases, se van a la basura, si es que la propia basura
se merece que sea visitada por ellos.
Todo el infinito, el de arriba, se ve cubierto por una noche,
la del viernes, uno más, similar pero diferente.
Con mis compañeros, no en casa, no en la calle,
en el hogar,
donde se forjan la amistad y la camaradería.
Buena cena, buen vino, buena música y buen humo.
Nos situábamos en París y al instante en Nicaragua,
en un penalty para luego ir a Toledo
Conversaciones profundas, políticas, históricas y de la calle
una copa más por favor.
No hay televisión, hay dialogo, debate, en fin amistad.
Insisto, no vivo entre paredes, ni en un piso, ni en un bloque
vivo en un … hogar.
Dedicado a Andrés y a Jesús
Abel Aparicio González - 2008
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