Paseando por sus calles, bajando mi cuesta, perdido en el monte,
recordando mi niñez, recordando la adolescencia.
Van diez años, ya diez, desde que organizamos las fiestas,
Era uno de nuestros momentos, eras importante.
Allí lo tenías todo, lo que necesitabas y lo que no.
Con tu gente, jugábamos en casa, el partido era nuestro.
Llegaron viajes, estancias, lejos de donde nací.
Aprendí, comparé y vi.
Disfrutando de cada lugar, de cada cultura y de cada persona,
viendo costumbres diferentes,
sin cerrarme, sin fronteras y sin venda,
de lo contrario sería un loco y un estúpido.
Últimamente una extraña sensación me recorre,
puede que me quite tiempo, yo estoy seguro que me lo da.
Se le puede llamar nostalgia, morriña, o simplemente… recuerdos
No soy de los que se encierran en un lugar, eso es un delito,
tenemos pies, no somos árboles y eso es un don.
Pero nuestras raíces, ay las raíces,
nos marcan y de que forma.
León es mi pueblo, y lo siento muy dentro.
No es mejor ni peor, pero es el mío,
alegoría al mundo de los tópicos.
Una noche me dijeron, Abel, cuando escribes sobre León,
se ve el fondo, los versos son transparentes,
te sale muy de dentro y eso gusta.
Me sale de dentro porque me crió,
me vio crecer y marchar.
Donde esté, da igual, estaré a gusto.
Nunca se puede dejar de aprender, nunca.
Jugaríamos a ser dioses, hipócritas,
jamás se conoce todo, ni en mil vidas.
Ella, la vida, da muchas vueltas, sin embargo, algo tengo claro,
regresaré a mi tierra,
la que me vio nacer,
la que quiero,
quizás la sienta más porque no estoy en ella.
Sea como fuere, quiero volver, y lo haré.
Ya van diez años,
puede que pasen diez más, y otros diez
pero las raíces, la familia y la gente pican a la puerta
y cuando lo hacen, es de forma enérgica.
Sería feo no corresponderles, no corresponderte… LEÓN
Abel Aparicio González - 2008
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