Una tarde cualquiera, de cualquier día, me echo en un parque, mirando al cielo.
Podría ser Illescas, Madrid, pero no, era Astorga, buscado o simple casualidad.
Parque testigo de mañanas de instituto, de botellones, de risas…
En las manos un libro, leyéndolo viajo al exilio con una familia,
no importa el país, no importa el dictador ni la época… cualquiera.
Me evado y sin saber muy bien porque,
en mis pensamientos, de frente, aparecen mis abuelos,
en ese momento decido detenerme, recibiendo un alud de instantes,
un millón de momentos en los que ellos son el actor principal.
Abuelos, enseñadme la asignatura que mejor que nadie sabéis impartir, la vida.
Recordadme esa aventura, recordadme esa lucha, ese viaje, ese silencio y ese grito.
Enseñadme a vivir, a ser, decidme que veis, si va bene o todo lo contrario.
Describidme como era de pequeño, refrescadme esa tarde, esa gamberrada.
Con la mente puesta de nuevo en este parque, en este libro,
“Primavera con una esquina rota”,
Me doy cuenta que el viaje ha sido largo,
cierro el libro, está anocheciendo.
Camino al hogar, solo me salen dos palabras
las cuales no cubren ni un ápice lo que habéis hecho por mí,
GRACIAS ABUELOS
Abel Aparicio González - 2008
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