Hoy salí del trabajo a carreras, con la mochila colgando y la cazadora en la mano. Corriendo corriendo llegué al dentista, media hora y vuelta a correr, metro y paseo, hasta que por fin llegué, me senté y empecé a escuchar versos de Antonio Machado, se acabó el estres, se acabaron las carreras por Madrid, tocaba disfrutar.
Este domingo hace 70 años que nos dejó, en la localidad francesa de Cullioure. He tenido la suerte de estrar frente al olmo de Soria, al cual dedicó una poesía que allí se puede leer. Aquí dejo un poema suyo, valga de homenaje a uno de los grandes, declarado Poeta de los Valores Universales por la UNESCO en 1989.
El tren
Yo, para todo viaje
—siempre sobre la madera
de mi vagón de tercera—,
voy ligero de equipaje.
Si es de noche, porque no
acostumbro a dormir yo,
y de día, por mirar
los arbolitos pasar,
yo nunca duermo en el tren,
y, sin embargo, voy bien.
¡Este placer de alejarse!
Londres, Madrid, Ponferrada,
tan lindos... para marcharse.
Lo molesto es la llegada.
Luego, el tren, al caminar,
siempre nos hace soñar;
y casi, casi olvidamos
el jamelgo que montamos.
¡Oh, el pollino
que sabe bien el camino!
¿Dónde estamos?
¿Dónde todos nos bajamos?
¡Frente a mí va una monjita
tan bonita!
Tiene esa expresión serena
que a la pena
da una esperanza infinita.
Y yo pienso: Tú eres buena;
porque diste tus amores
a Jesús; porque no quieres
ser madre de pecadores.
Mas tú eres
maternal,
bendita entre las mujeres,
madrecita virginal.
Algo en tu rostro es divino
bajo tus cofias de lino.
Tus mejillas
—esas rosas amarillas—
fueron rosadas, y, luego,
ardió en tus entrañas fuego;
y hoy, esposa de la Cruz,
ya eres luz, y sólo luz...
¡Todas las mujeres bellas
fueran, como tú, doncellas
en un convento a encerrarse!...
¡Y la niña que yo quiero,
ay, preferirá casarse
con un mocito barbero!
El tren camina y camina,
y la máquina resuella,
y tose con tos ferina.
¡Vamos en una centella!
Cantares: Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina
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