Salgo de La fragua de Furil, tranco su puerta y de camino a casa me pregunto cómo definiría a Manuel Cuenya. Sí, creo que ya lo tengo:
Manuel dignifica con la palabra el legado de aquellos que calzan galochas; nos traduce lo que está escrito en las paredes de un llar; lleva a la ciudad la aspereza de las manos de un agricultor y dice: estas manos, también saben dar caricias; explica en un círculo culto literario que es un Renubeiro y que es una iguiada manteniendo vivas una cultura y una lengua; es quien abre la ventana a las fronteras para que vean un poco más allá del final de su calle; es un viajero que lleva en la mochila todo lo que vio en Dublín, en Marrakect, en México , en La Habana, en Lisboa y nos explica que buscaba en cada viaje, que no sólo lo hacía para poner una foto en facebook y decir, mira, estuve aquí y no sé muy bien por qué; baja a Ponferrada desde el útero de la Sierra de Gistredo y dice, el Bierzo Alto está ahí y tiene mucho que contar.
Sí, todo esto vi en La fragua de Furil, todo esto me contó Manuel Cuenya en su libro, que porcierto está en los kioscos, no sé que hacen todavía ahí sentados.
1 comentario:
Muchas gracias, amigo Abel, por tus cariñosas palabras. Un abrazo.
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