miércoles, 30 de marzo de 2011

De ruta con Abelius a: Valdemanco (La Cabrera - Madrid)


Madrid tiene muchas cosas, entre las cuales destacan un gran número de rutas y senderos. La Sierra de la Cabrera es un buen ejemplo, concretamente la ruta que vamos a describir, con inicio y fin en Valdemanco.
Esta ruta tiene su encanto tanto en invierno con todo nevado - como bien pudieron comprobar Begoña y Alberto, compañeros del primer viaje – o en primavera u otoño, en verano hace demasiado calor.










La ruta es sencilla y con buenas vistas. A Valdemanco podemos llegar en coche por la A-I o en un bonito autobús verde que sale de la madrileña Plaza de Castilla. Una vez que estamos en el pueblo partimos de la plaza y giramos por una calle a la derecha, pasamos por delante de un campo de fútbol y de un merendero. Al llegar al cementerio giramos a la izquierda y seguimos las marcas PR con colores blanco y amarillo. Subiendo empezamos a divisar La Cabrera, pueblo típico de la sierra madrileña. En este punto observamos el Cancho Gordo (1.563), el Cancho de la Cruz (1.561 m), las Ventanas, Peña del Águila y las Agujas. Nosotros seguimos las marcas PR. Al llegar a la base del Pico de la Miel, nos dirigimos a coronar su cima, desde donde obtendremos unas vistas preciosas, tanto de la ciudad de Madrid, cómo de la Sierra y sus pueblos, cómo del punto más alto de la Comunidad de Madrid, esto es Peñalara, con 2.428 metros. Aquí la naturaleza quiso jugar con las rocas y dejo unas figuras muy curiosas, cómo la cara que se puede observar en la foto.









Una vez que hayamos disfrutado de las vistas y tomado un pe-queño descanso, comenzamos un fuerte descenso hasta llegar a una pista de hormigón, donde encontraremos monolitos simbo-lizando el Via Crucis hasta la puerta del convento de San Julian y San Antonio. Este convento, según la tradición fue promovido en el siglo XI por el rey leonés Alfonso VI, en su campaña de conquistar Toledo.

Una vez en la puerta del convento, cogemos un camino que sale a nuestra izquierda. Este se bifurca, cogemos el que asciende ligeramente, es decir, el de nuestra derecha. Seguimos caminando y llegamos al cementerio del pueblo, donde ya nos suena el camino, pasamos por el área de recreo que tiene un abrevadero y grandes mesas de granito.









Cómo era la hora de comer, me dirigí al techado de la iglesia, donde me cobijé del sol, descansé y disfrute de un gran bocadi-llo que llevaba en la mochila.

Antes de coger el autobús, di un paseo por el pueblo, donde se puede contemplar un monumento dedicado a los que trabaja-ron el granito.

Una buena ruta y, en este caso como fui solo, no diré lo de bue-na compañía, aunque mejor solo… ¡Nos vemos en la siguiente!

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