Una, grande y libre
el olvido está lleno de memoria
M. Benedetti.
Humillados y ofendidos
Fiodor Dostoievski.
A Gsus Bonilla, por aquellos niños que jugaban con el aro de metal de un barril de tocino
M. Benedetti.
Humillados y ofendidos
Fiodor Dostoievski.
A Gsus Bonilla, por aquellos niños que jugaban con el aro de metal de un barril de tocino
Ellos decían
Una
Grande
y Libre
y de esa premisa deducían su máxima,
de esos mínimos extraían su no razón de ser algo más
que simples mercaderes de petróleo.
En sus banderas el rojo desempataba en el minuto 18
de un mes que debía haber sido cualquiera
pero nunca lo fue,
y la victoria que en principio era de vergüenza
se celebró como de goleada.
En la tierra de nadie se fijaron nombres
y en las cosechas
los alimentos se vendían en cartillas como colas del paro,
el pelotón fusilaba y no solo las palabras,
también la vida
y después la memoria de personas que fumaron el último piti
el de la derrota
a sabiendas de que nada volvería a saber ni siquiera parecido.
Ellos decían
Una
Grande
y Libre
y en el corsé iba la libertad dentro,
en los actas se apostaba sin mirar atrás
y en las casas se empezaron a comer las sopas de ajo
bajo un silencio que daba más miedo que la propia muerte.
Después impusieron
obligaron
no dejaron margen de duda
ni títere con cabeza.
Hicieron sus propios mandamientos,
redactaron testamentos de otros, pintaron carteles publicitarios.
Lo vendieron esperando que el olvido no se volviera a llenar de memoria.
Así, hubo quienes se disfrazaron como sus vecinos,
hubo quien aprendió a callar y jamás se atrevió a volver a levantar la voz,
hubo gente que amasó el pan con tanta rabia
contenida
asimilada
que cualquier miga le parecía un insulto.
Cuando llego el final de la guerra
40 años después de que solo los muertos la conocieran
ellos decían
todavía
Una
Grande
y Libre
pero la gente, para entonces, prefería pasar página
a callarles la boca.
Y entonces sí el olvido se llenó de memoria, Mario,
entonces sí, Fiodor, fueron ofendidos y humillados,
entonces sí que perdieron lo único que no les habían quitado: la razón.
Pasaron página quizá porque el rojo de la sangre
no es una mancha que se quite con facilidad
o porque el odio da igual hacia quien sea
si solo importa de quien viene,
decidieron que dar un paso al frente no era tan mala opción
si aun quedaba todo un futuro para lidiar con las lágrimas
todo un presente desde el que empezar a construir.
Y los hijos de perra que todavía ladraban
Una
Grande
y Libre
siguieron con sus cánticos de funeral y gloria
anunciando el regreso de la ceguera
como si, aun así, aun hubiera quien los escuchara.
Está la voz vieja
y cansada
de abuelos que contaron las batallas a sus nietos
bajo una estufa de carbón y leña,
y los libros de historia
y el dolor casi universal de mandíbulas por el apretar de dientes
de vidas enteras aprendiendo a callar.
Ahora
que nos dicen
no miréis para atrás
no remováis la mierda
no escarbéis las trincheras donde solo encontraréis cadáveres
ahora
que nos dicen
da igual
o no pasó
no sois quienes para juzgar la historia
ahora
y ellos todavía dicen
Una
Grande
Y libre
Yo solo puedo pensar
“Sí
Mi Polla”.
1 comentario:
Hermoso poema, gracias por compartirlo. Saludos.
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