martes, 29 de septiembre de 2009

Camino

Hoy, al escuchar llover desde mi ventana,
sin saber, o quizás, suponiendo por qué
me he visto en ese camino.
Dicen que se sigue a una estrella,
que la senda está marcada,
yo creo que son esa mezcla de instantes,
los que puestos en hilera
juntines y de uno en uno,
te llevan a ti y a lo demás hacia ese final.

No me pregunten por que esa pareja, y ese grito,
en ese descenso, al prestarnos sus manos
lograron que aunque sople fuerte el viento
y las ramas del árbol cimbreen,
las hojas del recuerdo no caigan
al acantilado del olvido.

Perdónenme que crea en ese misticismo
el que no existe, el que no se palpa,
pero con el que yo he ido a la cama
y con el que me he despertado al alba,
del que bebo en cada arroyo,
y el que diviso en cada cima.
Sigo sin encontrar la respuesta,
aunque tampoco quiero hacerme la pregunta.

En el paseo de nuestra vida encontramos compañía
y el reflejo de sombras,
con los que compartimos el giro de agujas de reloj,
pero se, que con menos de una vuelta completa
de Italia al otro lado del Atlántico
compartiré esos instantes de mirar al infinito
y de evadirte de todo lo que nos rodea.

Como escuché una tarde de su boca rubia,
no son los lugares, son las personas,
por eso, por ellas,
con las que desembarque del hogar
en ese segundo trayecto
y con la que soñé
en el final de esa suma de segundos
ya sea de valles o montañas
de soles, de vientos o de nieblas
de pastos o de plazas,
de frases y versos marcados en cada pared
y en la savia del tronco de todos los árboles
hicieron que ese camino quedase grabado
alimentando la llama del no-olvido.
Por eso, en días como hoy,
cada segundo es reflejado
correspondiéndose con cada gota de agua.

Abel Aparicio González - 2009





















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