A la Conferencia Episcopal, al Opus Dei, a los ministros y a los consejeros de la Junta de Castilla y León de esa misma secta, al cura que vomita palabras de adoctrinamiento en cada iglesía, a los jueces que pasaron de ser Franquistas y fascistas a demócratas en menos de 24 horas y tienen un crucifijo en sus despachos y en la cabecera de sus camas, a los militares que veían como los hombres de negro (no los de ahora, los ejecutores de la vida digna con el arma de sus finanzas) bendecían cañones con los que disparar y asesinar en nombre de no sé muy bien quien, a los homófobos y homófobas, a los que pagaban la bula y a los que violaban - y violan- niños. A todos ellos, en definitiva, a los que les molesta - tampoco sé muy bien porqué - que las parejas homosexuales tengan los mismos derechos que las demás: ¡NO QUIERO DIOS!
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