Violencia es el dolor que siente en el pecho una mujer de casi setenta años cuando se encarama a un contenedor de basura y estira el brazo hasta alcanzar una bolsa en la que ha visto algo que no puede pagar.
Violencia es el insomnio de una madre que mentalmente se despide de su casa porque a la mañana siguiente la policía la va a desalojar en nombre de un banco cuando lo que la policía debería hacer es velar porque se cumpla el artículo 47 de la Constitución que habla del derecho a una vivienda digna.
Violencia es el chico que el mismo día en que cumple dieciséis años deja el instituto para buscarse la vida y llevar algún ingreso a casa.
Violencia es la de esa chica con un entorno familiar especialmente conflictivo que ha dejado de tener un profesor de apoyo en su centro de enseñanza.
Violencia es la incapacidad de una mujer para abandonar el hogar en el que es maltratada porque no tiene una forma de vida con la que sacar adelante a sus hijos.
Violencia es la del hombre de cincuenta y siete años que lleva un lustro sin tener ningún ingreso y vive en el piso de su hijo, al que le está destrozando la relación de pareja, pero es que si se va de allí es a la calle.
Violencia es la de esa chica que aguanta las cochinadas del encargado de la tienda porque fuera de ese trabajo hay cinco millones de razones para la desesperación.
Violencia es la de una madre que ve marchitarse en casa a su hija porque no tiene ni un euro para darle y que salga con sus amigos.
Violencia es la del internista que por miedo tras la persecución del doctor Montes deja morir retorciéndose de dolor a sus pacientes.
Violencia es que a uno de los hermanos Botín, más que multimillonario, le haya salido la declaración de la renta a devolver y que si el gobierno le hubiera subido los impuestos más euros tendría que haberle devuelto.
Violencia es que un Estado: permita toda esa violencia, gaste 50 millones de euros en la visita del Papa católico, no aumente los impuestos a las grandes fortunas y consienta que cada vez más mujeres se encaramen a contenedores de basura y más hombres busquen su suerte asomando la mirada a una papelera y más familias se vayan desahuciadas de una casa con una deuda que tardarán años en pagar, y que hayan recortado sueldos y pensiones y el Banco Santander anuncie al mismo tiempo que el año pasado obtuvo 8.000 millones de euros de beneficios y el poder político no haya corregido tanta injusticia.
Violencia es la angustia con la que un padre de familia vuelve a casa después de repartir decenas de currículums y mira tristemente a unos hijos a los que no sabe cuánto tiempo podrá seguir dándoles de comer. Violencia es que haya 54.000 millones de euros en billetes de 500 que se encuentran fuera del control del fisco. Todo eso es violencia.
Violencia es el insomnio de una madre que mentalmente se despide de su casa porque a la mañana siguiente la policía la va a desalojar en nombre de un banco cuando lo que la policía debería hacer es velar porque se cumpla el artículo 47 de la Constitución que habla del derecho a una vivienda digna.
Violencia es el chico que el mismo día en que cumple dieciséis años deja el instituto para buscarse la vida y llevar algún ingreso a casa.
Violencia es la de esa chica con un entorno familiar especialmente conflictivo que ha dejado de tener un profesor de apoyo en su centro de enseñanza.
Violencia es la incapacidad de una mujer para abandonar el hogar en el que es maltratada porque no tiene una forma de vida con la que sacar adelante a sus hijos.
Violencia es la del hombre de cincuenta y siete años que lleva un lustro sin tener ningún ingreso y vive en el piso de su hijo, al que le está destrozando la relación de pareja, pero es que si se va de allí es a la calle.
Violencia es la de esa chica que aguanta las cochinadas del encargado de la tienda porque fuera de ese trabajo hay cinco millones de razones para la desesperación.
Violencia es la de una madre que ve marchitarse en casa a su hija porque no tiene ni un euro para darle y que salga con sus amigos.
Violencia es la del internista que por miedo tras la persecución del doctor Montes deja morir retorciéndose de dolor a sus pacientes.
Violencia es que a uno de los hermanos Botín, más que multimillonario, le haya salido la declaración de la renta a devolver y que si el gobierno le hubiera subido los impuestos más euros tendría que haberle devuelto.
Violencia es que un Estado: permita toda esa violencia, gaste 50 millones de euros en la visita del Papa católico, no aumente los impuestos a las grandes fortunas y consienta que cada vez más mujeres se encaramen a contenedores de basura y más hombres busquen su suerte asomando la mirada a una papelera y más familias se vayan desahuciadas de una casa con una deuda que tardarán años en pagar, y que hayan recortado sueldos y pensiones y el Banco Santander anuncie al mismo tiempo que el año pasado obtuvo 8.000 millones de euros de beneficios y el poder político no haya corregido tanta injusticia.
Violencia es la angustia con la que un padre de familia vuelve a casa después de repartir decenas de currículums y mira tristemente a unos hijos a los que no sabe cuánto tiempo podrá seguir dándoles de comer. Violencia es que haya 54.000 millones de euros en billetes de 500 que se encuentran fuera del control del fisco. Todo eso es violencia.
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