Una mañana, digamos que de Febrero, decidí estar conmigo a solas. Subí a un tren, hacia la montaña, supongamos que cualquiera. Llegué y comencé a caminar, necesitaba esa paz. Mientras subía a ese pico me vinieron a la cabeza esas cosas, que a veces no tenemos presentes, pero que, gracias a momentos como esos, hacen que la vida alcance el cenit, el resto del tiempo, preferimos navegar por lianas que nos llevan a ninguna parte. Recordé como mi padre, un día se sentó a mi lado en el sofá, sacó un libro y me enseño un párrafo, venía a decir algo así, como que la gente que amasa fortunas, cuando quiere disfrutar, lo hace en la naturaleza, en viajes a playas remotas, a montañas lejanas, a valles perdidos... y eso, Abel, nosotros lo tenemos gratis; ellos, también. Finalizó diciendo esa regla fundamental, con cara risueña y mente curtida, se los ha dado la vida del campo, de sol a sol, y de este, a luna. Son de esas lecciones, que se quedan grabadas a fuego, en piedra, y tu única forma de corresponder es simple, gracias.
Llegando a la cima, recordé una charla, una de esas, de la noche, que bañadas con cerveza, te envuelven, sintiendo como las palabras te rodean, y tú, las lees, mientras otras, las escribes al viento. Una chica, un pequeño duende, me dijo, hablando sobre la complejidad de la vida, que algo le había inculcado su abuelo. Mira niña, con una sonrisa en la cara, un bocata en una mano y cinco eurillos en la otra, tenemos todo cubierto, el resto, es superfluo. Quitando esos pilares, lo ajeno a ellos, déjalo correr, que muera en el mar. Si abrimos ese grifo, si sentimos esa ansiedad, estamos perdidos, en su selva, la artificial.
Una vez que llegué a arriba, donde las cosas se ven más claras, vi los pueblecillos y la ciudad. Recordé de donde vengo, las raíces, esas que nunca nos debemos sesgar. De cómo jugábamos en los caminos de tierra, lo que disfrutábamos en el rio y de las manzanas robadas, de la sencillez de la vida, de eso, de la naturaleza. De cómo había pasado uno de mis días más intensos, con eso que tenía ella, un bocata, cinco eurillos y la sonrisa.
La ruta comienza desde la Estación delEspinar (Segovia) por la pista forestal que lleva hasta el área recreativa La Panera, durante la Marcha oficial, en este punto, se hace una parada en la que se relata un pasaje del Buen Amor que acontece en este lugar a orillas del Río Moros.
Seguimos nuestro camino que discurre en su mayor parte por pinar de pino silvestre, dejando atrás el aparcamiento de La Panera hasta encontrar un camino ascendente a mano derecha, es el Cordel de Las Campanillas, por el cual ascenderemos paralelos al Arroyo de las Mesas, pasando una cancela hasta la Puerta de las Campanillas, donde encontraremos una pista forestal. Tenemos que descender por ésta unos metros hasta encontrar una encrucijada de caminos, siguiendo el nuestro por el que se encuentra más a la izquierda y sin asfaltar.
Continuamos así por el Cordel de Las Campanillas dejando a la derechavestigios de una antigua cantera, siguiendo las señales (hitos de piedra y marcas amarillas) hasta llegar a una bifurcación (Camino del gua), nosotros seguiremos por el Cordel de Las campanillas, que es el camino de la izquierda, el cual nos conducirá hasta el Puerto de Tablada, límite natural de las provincias de Segovia y Madrid. Desde este punto, hacia el Norte y siguiendo las marcas del G.R. 10 llegamos hasta la Peña del Arcipreste de Hita, donde está grabado en piedra una estrofa del libro del Buen Amor.
En este punto, podemos descansar al amparo de los pinos que acompañanlos grandes bloques de granito que constituyen este impresionantemonumento natural así como disfrutar de las impresionantes vistas que eneste lugar se nos descubren.
La vuelta se realiza por el mismo camino hasta la bifurcación comentadaanteriormente en la que encontramos el pino gemelo, recientemente marcadopor el ayuntamiento. A partir de este punto, descendemos hacia el Oeste porun camino bien marcado entre el pinar hasta llegar a la Cañada Real Leonesaque seguiremos hasta encontrar una pista forestal. En esta zona el pinar seabre y encontramos una importante zona de fincas con pastos para el ganado.
Seguimos por la pista forestal, encontrandonos con una fuente natural, cuya agua merece la pena beber una y mil veces, rellenando nuestras botellas. Más adelante, cruzando un muro de granito por una puerta canadiense hasta llegar al túnel que pasa por debajo de la vía del tren, aquí giramos hacia la izquierda, cruzamos el Río Gudillos y seguimos por un cortafuegos que discurre paralelo a la vía del ferrocarril bordeando Cabeza Reina en por su vertiente Sur, hasta llegar al apeadero de San Rafael, cruzamos la vía y terminamos nuestra marcha en dicho núcleo.
Con diez cañones por banda, viento en popa, a toda vela, no corta el mar, sino vuela un velero bergantín. Bajel pirata que llaman, por su bravura, El Temido, en todo mar conocido del uno al otro confín.
La luna en el mar riela en la lona gime el viento, y alza en blando movimiento olas de plata y azul; y va el capitán pirata, cantando alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa, y allá a su frente Istambul:
Navega, velero mío sin temor, que ni enemigo navío ni tormenta, ni bonanza tu rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar tu valor.
Veinte presas hemos hecho a despecho del inglés y han rendido sus pendones cien naciones a mis pies.
Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria, la mar.
Allá; muevan feroz guerra ciegos reyes por un palmo más de tierra; que yo aquí; tengo por mío cuanto abarca el mar bravío, a quien nadie impuso leyes.
Y no hay playa, sea cualquiera, ni bandera de esplendor, que no sienta mi derecho y dé pechos mi valor.
Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria, la mar.
A la voz de "¡barco viene!" es de ver cómo vira y se previene a todo trapo a escapar; que yo soy el rey del mar, y mi furia es de temer.
En las presas yo divido lo cogido por igual; sólo quiero por riqueza la belleza sin rival.
Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria, la mar.
¡Sentenciado estoy a muerte! Yo me río no me abandone la suerte, y al mismo que me condena, colgaré de alguna antena, quizá; en su propio navío Y si caigo, ¿qué es la vida? Por perdida ya la di, cuando el yugo del esclavo, como un bravo, sacudí.
Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria, la mar.
Son mi música mejor aquilones, el estrépito y temblor de los cables sacudidos, del negro mar los bramidos y el rugir de mis cañones.
Y del trueno al son violento, y del viento al rebramar, yo me duermo sosegado, arrullado por el mar.
Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria, la mar. Tierra Santa: La canción del pirata
Ese libro de fotografía, me recordó que tenía una deuda con París. Sentí como el viento, ese que sopla en el Senna, sonaba a jazz. Un grito de libertad recorría mi cuerpo en cada parada de metro. Llegue a ver como se tomó la Bastilla, y su legado, desde 1789 hasta hoy, año en el que, según Federico Luppi, se acabaron los ideales. Yo me niego a creer esa afirmación, llámenme iluso, yo lo llamo horizonte, ese que a cada paso que damos, se aleja uno, según nos escribe Galeano, pero que nos mantiene vivos, y nos acompaña en el viaje. Pude observar como en cada fachada, se transparentaba aún con dolor, un foco de sufrimiento por la aciaga guerra. Escuché, paseando por la acera de la Sorbona, los gritos de los estudiantes de ese mayo del 68 y como buscaban la arena de playa, que algún día resurgirá, como ese ave fénix que sobrevuela Montmartre.
Me habían hablado de París, de lo que es. De lo que nadie había sido capaz, es de saber lo que sentí en ese sueño. Del abrazo que nos dábamos en el Pont Saint Michel, aquella mañana de lluvia, mientras el viento hacia volar tu pelo. De cómo me acariciabas en el barrio latino, mientras tu sonrisa se dibujaba y tus ojos se me clavaban, siendo el único espectador del mundo, al que regalaste esa obra de arte.
Pero todo esto se quedó pequeñin, cuando al despertarme, sentí tus manos en mi espalda, y con la voz más dulce del mundo, me dijiste, Abel, bonjour, c´est París.
Este Domingo el pasado me devolvio lo que me debía. El año pasado, en este mismo partido (Atletico de Madrid - F.C. Barcelona), se vendieron más entradas de las posibles, con el consiguiente problema. Llegaron las fuerzas de orden y seguridad del estado y nos obligaron a marcharnos de ahí, de la zona donde nos habían asignado nuestras entradas, logicamente no había sitio a donde ir. Yo, comenté a los que estaban a mi lado, que estos "seres" no saben dialogar. Entonces, uno de los agentes, este en concreto podría ser un ciudadano Epsilon menos (Vease Un mundo feliz), no lo puedo concretar, me expulso sin mediar palabra. Yo fui a la oficina de atención al abanado, y logicamente me dieron otra entrada (la cara del que me atendio cuando le comente el caso transmitía casi tanta incrédulidad como la mía).
Volví al campo y me encontré de frente con el mismo ser, ya es mala suerte. Me expulsó de nuevo del estadio, llevandome al furgon policial, yo intentaba dialogar con él, pero su única respuesta era, es mi trabajo, es mi trabajo, es mi trabajo. Creo que de ese bucle infinito no supo o no pudo salir. Aquel partido lo ganamos 4-2, pues bien, la historia se repite y el pasado fue benevolente, 4-3, el Atleti me lo debía.
Cuando algún día Abelin o la pequeña Alicia me pregunten, ¿Papá, por que somos del Atleti? Yo le diré, hijos, entre otras muchas cosas, por personas como aquel posible Epsilon menos y por partidos como el de Marzo del 2009.