Por Manuel Cuenya 14/05/2015
Abel con el maestro Ledo Ivo, cuando recibiera el Premio Leteo en León, un premio que ahora, por desgracia, está en peligro. Como toda la cultura en este país, que sólo apuesta por la imbecilidad y tenernos sumidos en la más pura ignorancia, para que los tiburones campen, como siempre, a sus anchas.
El joven e inquieto poeta
Abel Aparicio, que publicara hace un tiempo ‘ Tintero de tierra’, escrito con la sangre y el alma de sus ancestros, vuelve ahora a obsequiarnos un ‘revolucionario’ poemario cuyo título es ‘Alboradas en los zurrones del pastor’, en esta ocasión también compuesto como sólo él sabe hacerlo, mostrándose tal como es, con sinceridad, con verdad: «soy, lo que escribo», dice en su poema ‘Mordaza’.
Abel poetiza, en definitiva, con el espíritu del compromiso con las tradiciones, con lo rural, con aquello que ha marcado su forma de sentir y estar en el mundo como queda reflejado, por ejemplo, en sus poemas ‘Filandón’ o ‘Magostu’. A este respecto, cabe señalar que este libro está conformado por sesenta y tres poemas, once de los cuales están en leonés o ‘llionés’, a modo de homenaje y recuperación de la lengua de nuestros antepasados. No en vano, Abel introduce su poemario con una cita del gran poeta y narrador Julio Llamazares: «Durante mucho tiempo mis antepasados cuidaron sus rebaños en la región donde se espesan el silencio y la retama. / Y no tuvieron otro dios que su existencia ni otra memoria que el olvido». Las raíces familiares, la memoria, incluso la memoria histórica, como motores que impulsan la creatividad de Aparicio, cuya percepción poética está en las trincheras.
Cuenta que el germen de ‘Alboradas en los zurrones del pastor’ se encuentra en la lectura de un libro/viaje ancestral, el recorrido de la Vía de la Plata en bicicleta y la Trasterminancia por la comarca de La Cepeda.
Se trata, por tanto, de un viaje trashumante, el que su propio creador realiza desde su lugar de nacimiento, San Román de la Vega, por el mundo adelante, en compañía de un pastor, ‘El Ruso’, paisano y amigo suyo, que figura en la portada de este libro, editado por Marciano Sonoro, un jovencísimo sello editorial, que dirigen los artistas Jesús Palmero y Cristina Pimentel.
A través de este emocionante peregrinaje o viaje iniciático “por la cañada”, Abel nos religa con la Naturaleza, como fuente de sabiduría, porque “el dolor de esta tierra/es mi dolor” a la vez que nos hace tomar conciencia de la importancia de nuestros ‘güelos’, abuelos y abuelas, “heroínas tan cercanas… que tallan poesías/ con cada batalla ganada”.
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