martes, 17 de noviembre de 2009

Calle del pez nº 6, nuestra casa en Madrid


El pasado viernes me sentí como en casa, rodeado de muchos paisanos, entre ellos, mi primo Víctor. La plaza era la casa de León en Madrid, casa fundada por un ilustre astorgano, Luis Alonso Luengo, historiador y gran promulgador de la historia maragata y del Reino de León.


El motivo del encuentro fue la presentación del libro “Villamor de Riello, un antiguo concejo leonés en la comarca de Omaña”, del autor José María Hidalgo, hijo de esa comarca.


En esa charla intervino el autor del prólogo, Julio Llamazares, el cual tenía ganas de conocer, ya que he leído algunas de sus obras, en especial “Luna de lobos”, libro que llevo muy dentro. En la presentación además intervinieron Cándido Alonso y Rafael Álvarez.


En esta jornada, coincidiendo con la época otoñal no pudieron faltar algunos de los productos bercianos por excelencia, las castañas asadas y un buen vino. Todo ello acompañado por alusiones a Antonio Pereira, uno de los mejores autores que ha dado nuestra tierra.

Esta jornada, tuvo también tintes reivindicativos, los cuales salieron sin estar planeados. Quiero destacar la opinión de Julio Llamazares, la cual comparto totalmente. León, siempre a actuado como fuente de materias primas, mientras que otras zonas se han enriquecido a costa de ello. ¿Cuánta parte de culpa tenemos de ello los leoneses?, yo creo que casi toda. Esta opinión es un espejo de la que en su día nos dio Eduardo Galeano, mientras que los ingleses fueron a América del Norte a construir, los europeos, entre ellos los españoles, fuimos a América Latina a explotar sus recursos naturales, pues bien, esa América Latina es León.

Y para finalizar, y volviendo al origen de todo esto, recomiendo visitar la comarca de Omaña, una de las más abandonadas y olvidadas del viejo reino leonés. Yo este verano tuve la ocasión de conocerla, y la verdad, cumplió sobradamente mis expectativas. Una vez más, me sentí en casa estando lejos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cierta es, la sensación de arropo en la madrileña calle del pez, donde si te sorprende vacía, una tarde, de hormigón y acero, se puede encontrar refugio al calor de la luz, de letras que se dibujan desde una realidad, punto de partida, de otros que también caminan, como tú, orgullosos defensores de lo que fue, aguerridos constructores de lo que será

Víctor

Anónimo dijo...

Cierta es, la sensación de arropo en la madrileña calle del pez, si caminas una tarde de hormigón y acero y te sorprende el calor, de la luz de las letras que se dibujan desde lugares comunes, de otros, que también caminan, como tú, orgullosos defensores de lo que fue, aguerridos constructores de lo que será.

Un saludo a todos,
Víctor