lunes, 29 de octubre de 2012

Miguel Ángel Curiel: Los sumergidos

Ser amigo de Manuel Cuenya implica que vas a conocer a mucha gente interesante, como a Miguel Ángel Curiel. Coincidimos en el III encuentro literario de Noceda del Bierzo (León). En esa ocasión leí un poema en llionés, dedicado a la minería. Cuando le tocó el turno a Curiel hizo mención a mi poema y a esta llingua que en muchas ocasiones hablaba su madre. El pensaba, como muchos y muchas, que su madre hablaba mal, pero se dio cuenta que bastantes rasgos de lo que hablaba su madre eran los mismos que se hablan de Asturias a Miranda do Douro y que, gracias en parte a la trashumancia, se extendieron a Extremadura.


Participantes del III Encuentro literario, Curiel, el cuarto por la izquierda.

Bien, este mes de octubre Curiel vino a León a recitar en el bar Belmondo, dentro del ciclo que coordina el Club Leteo de la mano de Rafael Saravia. Allí, una vez que acabó de recitar le compré un libro, Los Sumergidos (Ed. Almud, Ediciones de Castilal-La Mancha). En este poemario encontré uno de los mejores poemas que leí en toda mi vida.

Pan

Dieron patadas a un pan.
Se pasaban
una gran hogaza de pan.
La rodaban
como un balón.

Me puse el pan
en la oreja
y oí pájaros.
El viento
del trigo.



y este otro, que abre el libro de forma magistral:

Trampolín

Trampolín cerrado
con unas cuerdas.
Unos nudos en la barandilla.
Como hace el poeta
con las palabras
en los poemas.
Anudarlas a algo más invisible.

Alguien escribió, no saltes...

A lo lejos cae un paracaidista.
Si mis palabras
cayeran así.
Belleza de lo simple.
Una tela leve
sosteniendo un cuerpo.

Que la poesía fuera eso.
Algo muy leve
sosteniendo el mundo.

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